
16 Sep TIEMPOS Y TIEMPO DE DIOS (136). TORRES DE CRISTAL EN ASUNCIÓN: LUPAS DE CALOR EN PLENO CAMBIO CLIMÁTICO
Por Oscar Martín, sj
De unos años a esta parte Asunción se ha llenado de edificios que deslumbran por su diseño y por su lujo. La zona de Santa Teresa, Aviadores y otras son buenos ejemplos de ello. Parte de ese lujo tiene que ver con el uso desmesurado del cristal como material de construcción: centros comerciales y torres de 15, 20, 40 pisos, con inmensas fachadas de cristal.
En una ciudad donde el calor supera con facilidad los 35 o 40 °C bastantes meses del año, estos edificios se convierten en gigantescas lupas que multiplican la radiación en todo su entorno y en las calles subyacentes y exigen aire acondicionado a tope, que de nuevo, expulsa más calor al exterior. No es una metáfora: el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) señala que las urbes de nuestra región ya sufren más calor extremo, con graves impactos en salud, en consumo de agua e infraestructura.
El Panel también es concreto cuando pasa de los diagnósticos, por otro lado, verdaderamente alarmantes, a las soluciones. En su último informe de 2022, en la dimensión de mitigación, entre otras cuestiones, propone tener muy en cuenta medidas arquitectónicas y urbanas que colaboren en bajar la demanda de enfriamiento, como ventilación natural, sombreado eficaz, muros y cubiertas, paredes blancas y soluciones basadas en la naturaleza, como techos verdes y arbolado. Es decir, que hay que diseñar y construir edificios pensando en el clima que se nos viene. Y esto debe tener en cuenta, en lo posible, la reducción de la demanda de refrigeración y proteger la salud y las necesidades de todos los ciudadanos.
Lo paradójico es que el boom inmobiliario asunceno está copiando modelos de otros climas: vidrio de piso a techo en todas las orientaciones. La evidencia es que a mayor relación ventana-muro en climas cálidos y húmedos como el nuestro, mayor carga de enfriamiento y consumo eléctrico, aunque sea vidrio de muy bajo factor solar. Hay que decir que en Asunción, una torre de cristal no solo no es vanguardiardismo sino una pura ineficiencia de lujo.
Si miramos nuestra matriz energética, la incoherencia es todavía mayor. Paraguay es una potencia hidroeléctrica por Itaipú y Yacyretá; casi toda la electricidad que producimos es renovable y exportable. Sin embargo, cuando hablamos de la energía que realmente consumimos en el país: en el transporte, la industria, la casa, la cosa cambia: el consumo de hidroelectricidad es el 37,5 %, de biomasa: leña, residuos, carbón vegetal, es del 32,6 % y de derivados del petróleo el 29,9 %. Es decir, seguimos dependiendo fuertemente de biomasa y combustibles fósiles, que son los más contaminantes. Esto con el agravante de que gran parte de esa biomasa proviene de fuentes no sostenibles, como son nuestros bosques.
El grupo de Trabajo III del IPCC pide actuar en el sector edificaciones priorizando la suficiencia y no la demanda por diseño, la eficiencia y los renovables. En ciudades calurosas como Asunción, esto incluye orientación inteligente, aleros y parasoles en la medida de lo posible, ventilación, vegetación…
Hay otra dimensión que no podemos obviar y que quizá explique parte de lo que ocurre. A escala global, el sector inmobiliario es de muy alto riesgo para el lavado de activos cuando faltan regulación y fiscalización rigurosas. En Paraguay, que ya sabemos como es de desarrollada esta dimensión, sorprende ver torres suntuosas, a menudo semivacías, levantarse. Mientras tanto, la pobreza y la exclusión no se detienen, crece la vulnerabilidad al calor y se descuidan los servicios sociales. El mensaje es elocuente: el clima y el bienestar ciudadano pesan menos que el espectáculo, la especulación y el blanqueo.
En una Asunción que ya padece el combo de calor y humedad, seguir levantando “lupas de cristal” es un contrasentido.