TIEMPOS Y TIEMPO DE DIOS (134). CELEBRAR LA AMISTAD CONSTRUYENDO PUENTES Y CIUDADANÍA

TIEMPOS Y TIEMPO DE DIOS (134). CELEBRAR LA AMISTAD CONSTRUYENDO PUENTES Y CIUDADANÍA

Por Oscar Martín, sj

Hoy celebramos en Paraguay el Día de la Amistad , una palabra hermosa, cargada de amor, de solidaridad, de fraternidad. Pero justamente por ser tan grande, a veces corre el riesgo de desgastarse o de usarse de un modo inapropiado.

El Papa Francisco nos recuerda en Fratelli Tutti algo que nos toca muy de cerca: el llamado a vivir la amistad social. No se trata solo del cariño o el amor por quienes ya conocemos, como la familia, los compañeros de trabajo o el grupo de amigos. Es también una invitación a abrir el corazón y mirarnos como sociedad -en nuestro caso como sociedad paraguaya- a reconocernos hermanos, aunque pensemos distinto o vivamos realidades diferentes.

La amistad social nos desafía a estar atentos a la realidad. Los medios de comunicación, la politiquería y otras fuerzas oscuras a veces buscan dividirnos, enfrentarnos, sembrar desconfianza. Por eso, dice el papa, necesitamos ser “arquitectos del diálogo”, es decir, personas que construyan puentes, que se animen a tender la mano, que no dejen que la enemistad, el egoísmo o la indiferencia hagan nido en nuestro corazón.

Esto significa, dicho con otras palabras, fortalecer nuestra vida cívica y romper con las dinámicas muchas veces inducidas, que nos impulsan a la apatía, al autocentramiento o al individualismo.

No basta, siquiera, con tener buenas intenciones individuales: necesitamos volver a recuperar espacios donde encontrarnos y escucharnos como sociedad. El sociólogo norteamericano Ray Oldenburg hablaba de los “terceros lugares”: esos ámbitos que no son ni el hogar ni el trabajo, pero donde las personas pueden reunirse libremente, conversar, compartir y tejer lazos. Plazas, calles, canchas, centros comunitarios, cafés, bibliotecas, parroquias… lugares sencillos que, cuando se cuidan, pueden convertirse en verdaderos talleres de ciudadanía y esperanza.

Si queremos transformar de fondo nuestra sociedad, debemos recuperar y multiplicar esos espacios. Los necesitamos. Son pequeños, anónimos, pero vitales porque en ellos aprendemos a convivir, a respetarnos, a organizarnos y a soñar juntos un país distinto.

Celebrar la amistad hoy puede ser algo más que un saludo o un regalo. Puede ser la oportunidad de comprometer el corazón y la vida en este sueño común de un país más justo y humano. Esa es, quizá, la mejor forma de festejar.

Pido al Señor que cada gesto de amistad que hagamos sea una semilla de comunión; que aprendamos a encontrarnos en esos “terceros lugares” que nos devuelven el gusto por escucharnos y construir juntos. Y que Dios, que es el gran amigo de la humanidad, nos regale la valentía y la alegría de ser verdaderos artesanos de paz y esperanza.
¡Muchas felicidades!

Imagen destacada: Freepik.