TIEMPOS Y TIEMPO DE DIOS (124). FIN DE LA PRIMERA SESIÓN SINODAL: CON LA MIRADA ESPERANZADA HACIA EL FUTURO

TIEMPOS Y TIEMPO DE DIOS (124). FIN DE LA PRIMERA SESIÓN SINODAL: CON LA MIRADA ESPERANZADA HACIA EL FUTURO

Ha finalizado la primera sesión de del Sínodo sobre sinodalidad. La segunda será en octubre de 2024. La experiencia vivida ha sido un auténtico regalo, empezando por su planificación en etapas, nacional, continental y la de Roma. Este modo novedoso  posibilitó la participación a muchos católicos del mundo, a hermanos y hermanas de otras profesiones de fe y a personas de buena voluntad. Fue también un regalo los participantes en la primera sesión. Por primera vez en un sínodo de obispos se daban cita laicas, laicos, sacerdotes y religiosos y, además, con voz y voto.

Fue novedad el modo cómo se organizó la sala Pablo VI, con 35 mesas redondas para el trabajo de los pequeños grupos. Esta disposición mostraba un modo estar con otras personas que facilitaba sentirlas al lado, cercanas, y sobre todo, con la posibilidad de mirarse a los ojos. Esto hacía que la escucha pudiera ser más atenta y la conversación más fluida y transparente. Se trataba de un modo de organizarse para escuchar al Espíritu santo.

En el Sínodo los más pequeños, las mujeres, los menos preparados teológicamente, tuvieron no solo participación, sino que también indicaron por donde continuar dando pasos como Iglesia sinodal. La conversación en el Espíritu ayudó a poner de manifiesto que Dios se hace presente en el modo que quiere, pero ciertamente más en la humildad de la suave brisa que en el viento impetuoso. Y podemos decir que hubo  de ambos tipos de viento pero que, sin duda, predominó la experiencia de la brisa suave  y el gozo en el espíritu por lo vivido.

Lo vemos en los frutos recogidos en la Síntesis presentada por el Cardenal Crech. Crech expresó que la experiencia sinodal fue una gran oportunidad para dar la participación a todos, sin exclusiones, con el objetivo de que la Iglesia sea una “casa de puertas abiertas” para ejercitar la escucha auténtica y mutua por parte de todos los participantes. Y que esta actitud facilitó “romper el hielo” entre las distintas voces. El Cardenal tuvo presente las palabras del Papa que nos recuerdan que el “gran protagonista del sínodo es el Espíritu Santo”.

Algunos aspectos de la Síntesis

La Síntesis es un texto de cuarenta páginas, organizado en veinte párrafos, que fue sometido a votación y se aprobó uno por uno. Se trata una serie de cuestiones fruto del discernimiento de la sesión sinodal. Primero se especifican las convergencias alcanzadas; segundo, se describen los temas a ser profundizados durante el año y, tercero, se proponen sugerencias para avanzar.

Como Iglesias locales, la tarea a partir de ahora es ahondar en estos temas y propuestas. Es decir, se trata caminar desde la praxis pastoral, la conversación en el Espíritu para el discernimiento y la reflexión teológica.

La Síntesis no es un texto final, sino una herramienta al servicio del discernimiento al que se le debe dar continuidad. Está organizado en tres partes: A) “El rostro de la Iglesia sinodal”; B) “Todos discípulos, todos misioneros”; C) “Tejer vínculos, generar comunidades”.

  1. Primera parte: “El rostro de la Iglesia sinodal”

La primera parte establece los principios teológicos que fundamentan una Iglesia sinodal, que la sinodalidad es el primer paso. La sinodalidad traduce en actitudes espirituales y en procesos eclesiales la dinámica trinitaria con la que Dios sale al encuentro de la humanidad (2 a). El estilo sinodal se presenta como un modo de actuar y de operar ya presente en la Iglesia primitiva, en las diferentes Iglesias y tradiciones cristinas, en el Vaticano II, en el Sínodo (2021-2024) . Se trata de una Iglesia que “sea el hogar y la familia de Dios”, “cercana a las personas, menos burocrática y más relacional”, como lo ha mostrado en la Sesión sinodal los pequeños grupos, las mesas compartidas y la Eucaristía, fuente y culmen de la sinodalidad (1 a).

Se reconoce que la sinodalidad es un concepto desconocido para muchos cristianos, que suscita confusión y preocupación en algunos (1 f). Las razones: temor al alejamiento de la tradición, envilecimiento de la naturaleza jerárquica , la pérdida de poder, el inmovilismo, (1 g). Sin embargo, la sinodalidad nos muestra un modo de ser Iglesia que articula comunión, misión y participación. Es decir, que en la sinodalidad se valoran las diferencias y se busca la participación de todos (1 g). En ella  los presbíteros y los obispos son imprescindibles (1 n).

De ahí que se vea importante como tarea futura “comprender las razones de la resistencia” a la sinodalidad (1 n).  Por otro lado, se señala que “con las necesarias aclaraciones, la prospectiva sinocal representa el futuro de la Iglesia” (1 i). La sinodalidad es definida como “el camino de los cristianos en comunión con Cristo y hacia el Reino con toda la humanidad” (1 h).

Es un caminar concreto: se hace “codo a codo con todo ser humano, al estilo de Jesús” (2,a). Se subraya “el primado de la gracia”, “la profundidad espiritual” (2 c) para la renovación de la Iglesia. Y para para ello, la oración, la conversación en el Espíritu abierta al discernimiento se convierte en un instrumento de gran fecundidad (2, d). La sinodalidad articula comunión, participación y misión, una misión que no puede caer en preservación o auto refencialidad, ni tampoco en pérdida de la identidad  (2 e).

Como comunidad de fe que somos, “hay una auténtica igualdad de dignidad y una común responsabilidad por la misión, en todos los bautizados, según la vocación de cada uno” (3, c). Todos poseemos un “instinto respecto a la verdad del Evangelio”, el sensus fidei “una cierta connaturalidad con las realidades divinas y en la actitud a acoger intuitivamente lo que es conforme a la verdad de la fe”, y el consenso de los fieles (consensus fidelium) (3 c).

La opción por los pobres y los descartados ocupa un lugar destacado. El texto señala que “a la Iglesia, los pobres le piden amor”, es decir, “respeto, acogida y reconocimiento”, (4 a) y que es “una preferencia divina”, con consecuencias prácticas en la vida de los cristianos (4, b ). El término ‘pobre’ se extiende desde el no nacido hasta el indígena. Pobres son también los migrantes, las víctimas de la violencia, de los abusos (especialmente las mujeres), del racismo y de la trata, las personas con adicciones, las minorías, los ancianos abandonados, los trabajadores explotados (4 c). Llama la atención sobre los pobres fruto de las guerras y del terrorismo y condena a los sistemas políticos corruptos que la causan (4 c). En el mundo hay distintos tipos de pobreza espiritual (4 d).

El documento hace un llamado al cuidado de la Casa común como manera de defensa de los pobres (4 e), “llegar a las causas de la pobreza y exclusión”, la denuncia pública de la injusticia y al compromiso activo en la vida política, asociaciones, sindicatos, movimientos populares, etc (4 g) .

Se reconoce la diversidad cultural cada vez mayor dentro de la Iglesia, lo multicultural, lo interreligioso, así como sus necesidades materiales y espirituales (5, a, b y c). De ahí que la lucha frontal contra el racismo, la xenofobia  (5 p) y la unidad de los cristianos hayan sido temas importantes de esta primera Sesión. Especialmente llama la atención sobre la necesidad de “identificar los sistemas que crean o mantienen la injusticia racial dentro de la Iglesia y combatirlos” (5 q). En relación a los cristianos, se habla de “renovación espiritual”, “procesos de arrepentimiento” (7 c), “ecumenismo de sangre”, refiriéndose a cristianos de diferentes filiaciones “que juntos dan su vida por la fe en Cristo (7 d).

  1. Segunda parte: “Todos discípulos, todos misioneros”

En esta parte se aborda los sujetos que constituyen el Pueblo de Dios y su llamado a asumir la sinodalidad como un estilo eclesial. El punto central es el sacramento del bautismo. “Los laicos y laicas, los consagrados y las consagradas y los ministros ordenados tienen igual dignidad” (8 b).  “Todos discípulos, todos misioneros”, con diferentes roles, carismas, funciones, “todos llamados y nutridos por el Espíritu”. De ahí se desprende que “el ejercicio de la corresponsabilidad es esencial para la sinodalidad y es necesario a todos los niveles de la Iglesia” (8b).

En el bautismo radica la fuente sacramental de la sinodalidad. La contribución de los laicos es esencial para la misión de la Iglesia (8 e). De ahí se deduce que los diferentes carismas tienen que ser reconocidos y  plenamente valorados (8 f).

El documento da mucho énfasis al tema de las mujeres, “revestidas de una misma dignidad bautismal (9 a), “llamadas a una comunión (con los varones) caracterizada por una corresponsabilidad no competitiva” (9 b).

Se pide a la Iglesia acompañamiento y promoción decidida de la mujer y enfrentar con seriedad el clericalismo, el machismo y el uso inadecuado de la autoridad, que sigue marcando la pauta de la Iglesia y que daña la comunión. Llama a la conversión, a efectuar cambios estructurales y al diálogo franco de hombres y mujeres, sin subordinación ni competencia (9h).

El diaconado femenino fue una cuestión que produjo reacciones muy diferentes en la Asamblea sinodal. Algunos de los presentes señalaron que se trata de un paso inaceptable mientras que para otros restablece una práctica de la Iglesia primitiva. Hubo quienes expresaron que se trata de una respuesta apropiada a los signos de los tiempos y quienes la veían como claudicación (9 j). Los padres y madres sinodales pidieron continuar “la investigación teológica y pastoral” del tema, y que, a ser posible, se puedan presentar los resultados en la segunda sesión sinodal (9n).

Se subraya la urgencia de garantizar que las mujeres participen en los procesos de toma de decisiones y asuman responsabilidades en la atención pastoral y en el ministerio. Este hecho exige la revisión del derecho canónico (9m).

La Síntesis se hace eco de la variedad de formas de Vida consagrada. Llama la atención  de la persistencia de un estilo autoritario en su interior que dificulta la fraternidad. Pone de manifiesto la existencia de abusos de distinto tipo, especialmente hacia mujeres consagradas. Es una realidad que exige “intervenciones decisivas y adecuadas” para hacerle frente (10 d).

Se aborda también la cuestión de los diáconos y presbíteros en una Iglesia sinodal. Se expresa agradecimiento por su llamado al servicio y a estar cerca de la gente, por hacer visible el rostro de Cristo, Buen Pastor y Siervo (11 b). Se nombra al clericalismo como un obstáculo para su ministerio. Lo denomina “deformación del sacerdocio que debe ser combatida desde las primeras etapas de formación, mediante el contacto vivo con la vida cotidiana del Pueblo de Dios y una experiencia concreta de servicio a los más necesitados” (11 c). Y especifica todavía más: “No se puede imaginar hoy el ministerio del sacerdote si no es en relación con el obispo en el presbiterio, en profunda comunión con otros ministerios y carismas” (11 c).

El celibato también despertó diferentes reacciones en la Asamblea. No se puso en duda el profetismo que implica, ni el testimonio de conformación con la vida de Jesucristo que conlleva. Pero se planteó con claridad la cuestión de si debe traducirse o no en una obligación disciplinar en todos los contextos eclesiales y culturales. Quedó como un tema a retomarse.

La figura del obispo es contemplada como “al servicio de la comunión en la Iglesia local, entre las Iglesias y con toda la Iglesia” (12 a). Aparte de sus funciones tradicionales, se le reconoce “su papel insustituible en poner en marcha y animar el proceso sinodal en la Iglesia local” (12 c). El obispo está llamado a vivir como “ejemplo de sinodalidad”. Y, por si fuera poco, añade que, según cómo la viva influirá “de manera determinante en la participación de sacerdotes y diáconos, de laicos y laicas, consagradas y consagrados” (12 c).

  1. Tercera parte: “Tejer lazos, construir comunidad”

Esta parte comienza destacando que el modo como Jesús formó a sus discípulos          -compartiendo vida con ellos- es el modelo de referencia para la formación (14 b), el pueblo “es sujeto corresponsable”, no objeto de la formación (14 c). Se destaca la importancia de la familia (14, c) y del encuentro con la persona de Jesús (14 d), para el desarrollo de la sinodalidad.

La Síntesis señala claramente que  “la formación para una Iglesia sinodal requiere ser emprendida en modo sinodal: todo el pueblo de Dios se forma juntos al tiempo que camina juntos” (14 f). Esto significa “vivir plenamente la propia vocación bautismal, en familia, en los lugares de trabajo, en el ámbito eclesial, social e intelectual, y de hacer a cada uno capaz de participar activamente en la misión de la Iglesia según los propios carismas y a propia vocación” (14 f).

En el caso de los llamados  llamados al celibato y a la castidad consagrada, se señala la importancia de acompañar y apoyar su maduración afectiva sexual (14g) que ayude a una síntesis más madura (14h).

La Síntesis apela a la escucha respetuosa y atención de los que se sienten marginados o excluidos de la Iglesia por situaciones que tienen que ver con identidad sexual, situación matrimonial y, muy especialmente, a las víctimas de abusos sexuales. Señala que “los cristianos no pueden faltar al respeto a la dignidad de ninguna persona» (16 h).

Además de otros temas como la evangelización en el mundo digital o los organismos de participación, finalmente se abordó la estructura del Sínodo y la Asamblea. Mas allá del cansancio, se reconoce entusiasmo por la acogida de las propuestas; “el paso de un sínodo como evento a un sínodo como proceso” (20 a), la inclusión de hombres y mujeres junto con los obispos, la presencia activa de delegados fraternos, el método, el clima de oración. Se reconoce el carácter episcopal de la Asamblea del Sínodo de los Obispos y su ligazón intrínseca con la participación de todos, la dimensión colegial y la primacial (20 b). Se reconoce la sinodalidad como un proceso vivencial y dinámico necesario para orientar la vida y la misión de la Iglesia. Pero es claro al expresar que “no basta con crear estructuras de corresponsabilidad, si falta la conversión personal a una sinodalidad misionera” (20 c).

Queda pendiente reflexionar acerca de la presencia de no obispos y su influencia en el carácter episcopal del Sínodo; también cuáles serán los criterios para su participación (20 d); la elaboración de las decisiones y la tarea específica de los obispos; la articulación entre sinodalidad, colegialidad y primado (20 e); el modo cómo los expertos deben dar su aporte; el modo como internet y la comunicación mediática influyen en los procesos sinodales (20 h). El texto se interroga sobre si es posible dar pasos a nivel regional (20 e), etc.

Se propone evaluar críticamente los procesos sinodales y los frutos de esta Primera Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos.

A modo de conclusión:

La Síntesis trata muchos temas muy esperados. Pero es posible destacar algunas cuestiones clave que lo cruzan por completo. La primera es el llamado de la Iglesia a la misión que debe hacer de esta una Iglesia comunidad al modo de la Santísima Trinidad, abierta de para en par al mundo, con una mirada atenta, acogedora y compasiva, siempre disponible a comunicar el Evangelio. Se trata de una Iglesia que se reconoce de corazón sinodal, que peregrina con toda la humanidad a la que sirve.

La segunda es la necesidad de enfatizar la formación de todos sin exclusión en sinodalidad; y esto hasta el punto de que se convierta en verdadera cultura eclesial, en estilo de vida que permee a todo el Pueblo de Dios. Esto más allá de la necesaria profundización y aclaración del término.

La tercera es la cercanía afectiva y efectiva con los pobres en toda su diversidad, la solidaridad con toda la humanidad y su sufrimiento, una Iglesia capaz de pronunciarse con firmeza contra la violencia y la injusticia en todas sus formas.

La cuarta cuestión es que, además de los “resultados” recogidos por la Síntesis, de la primera Sesión misma nos queda lo vivido por los 464 participantes. Su experiencia es una verdadera praxis real de sinodalidad -de gran complejidad por la enorme diversidad de los presentes- donde se ha mostrado que más a allá de las diferencias y tensiones vividas podemos caminar juntos.

Es lo que nos ha quedado con las 81 propuestas de la Síntesis y la tarea de irlas profundizando juntos este año en nuestras Iglesias locales. Y esto probablemente al modo que le sucedió a Juan y Pedro cuando corrían después del aviso que les dio Magdalena de que la piedra del sepulcro había sido removida. El primero, que corría más rápido,  tuvo que esperar al segundo para así entrar juntos donde había sido enterrado  el Señor y donde les esperaba la Vida (Cf. Jn 20,4-8).

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